Personalmente
creo que el 11 de septiembre de 1973 es una fecha histórica para nuestro país y
merece ser conmemorada por todos los chilenos.
Nací en 1969, por lo tanto en 1973 tenía tan solo cuatro años y
comprenderán que mi memoria de esos acontecimientos se limita a los comentarios
e información de terceras personas y que como muchos hemos ido adquiriendo y
asimilando con los años. Dicho esto
malamente me podría referir en específico al golpe militar y a los
acontecimientos que lo provocaron aun cuando a estas alturas son hechos históricos
conocidos y ampliamente discutidos por historiadores y personajes protagónicos
de todos los sectores que a la fecha no se ponen de acuerdo en una verdad
neutral, por lo tanto no soy yo el dueño de dicha verdad y seguramente cuando
estemos varias generaciones bajo tierra se podrá observar el hecho de una
manera más objetiva, sin embargo si puedo contar mi experiencia durante la
dictadura y mi visión del sistema de gobierno, social y cultural que nos tocó
vivir después y a propósito del 11 de septiembre.
Pertenecía a una familia de clase
media baja, con los recursos muy limitados y nada de influencia en ningún ámbito. Eran tiempos difíciles, mi padre férreo defensor
del régimen, para él fue la salvación del país y aun cuando no tenía trabajo
estable su general era lo máximo. Mi
madre por otro lado, apolítica, “todos los gobiernos son iguales solo se enriqueces
los que tienen el poder”, acompañada de sus creencias religiosas nos sacaba de
la contingencia para santificarnos en medio de muchos problemas que se veían
todos los días. Eso se mantiene hasta mi
adolescencia, donde vas mirando como la realidad no es igual a lo que dicen los
medios, no puedes decir lo que piensas porque alguien está mirando lo que haces
y oyendo lo que dices y si no es a favor del gobierno algo malo te puede pasar. Profesores, comerciantes, trabajadores
comunes y corrientes, “cuídate de los
sapos”, era o no cierto no lo sé, pero sí sabía de alguien que por opinar
estaba preso o simplemente terminó muerto, así eran los 80.
De a poco los jóvenes empezaron a
levantar la voz, se hacían reuniones clandestinas, la gente empezó a protestar,
la transición militar se había tornado demasiado larga, los abusos ya no se
podían esconder más a pesar de la nueva constitución, la dictadura se
transformó en un remedio peor que la enfermedad asociada a la unidad popular,
el país estaba más dividido que antes, lo único que había cambiado era la
propiedad del dinero y por lo tanto del poder: de la izquierda a la derecha. Atentados,
militares en las calles, carabineros abusando de su poder, universitarios
organizados contra la dictadura, dueñas de casa golpeando cacerolas,
trabajadores paralizados contra las privatizaciones, se veía venir otro 11, era
hora de devolver la institucionalidad acallada con el golpe, se abren los
registros electorales y por fin después de 17 años se volvía a pensar en la
democracia, puedo decir orgulloso que forme parte de proceso. Lamentablemente se han conocido con el correr
de los años la magnitud de los delitos perpetrados en dicho periodo, sin
desconocer que si bien en menor grado también la derecha sufrió pérdidas no se puede
justificar el terrorismo de estado y tampoco la venganza, ambos atentan contra
nuestros derechos fundamentales y siempre aunque pasen muchos años la violencia
solo engendrara violencia.
Como individuos no nos corresponde
justificar, tampoco nos toca juzgar, pero si somos responsables de construir y reconstruir
a partir de las experiencias de nosotros mismos, debemos ser capaces de
rescatar lo bueno a pesar de lo malo que nos ha pasado y sobretodo debemos ser
capaces de gobernar nuestras propias vidas y las de nuestras familias y evitar
que esa falta de gobernabilidad familiar se trasforme en ingobernabilidad
social porque se confunde la libertad con la anarquía y no podemos permitirnos
repetir los errores del pasado. Nuestros jóvenes no son dueños de la verdad así
como tampoco nosotros y ni siquiera nuestros padres. Todos tenemos visiones similares o diferentes de los hechos,
las perspectivas son muy distintas y no será posible salvo con el paso de
muchos años conocer la verdad como tal, lo único que si puedo asegurar es que
mientras exista odio en los corazones de quienes sufrieron y ese odio lo
traspasen a las generaciones siguientes no se conseguirá la paz y mientras los
responsables guarden silencio y se lleven a la tumba sus secretos, el circulo
del perdón nunca será cerrado y lamentablemente esos hechos concretos dependen
de unos pocos pero afectan a la gran mayoría de nosotros, por eso apelo a mi
voluntad individual y a mi compromiso personal con mi familia, mi ciudad y mi
País, el cambio individual se hará colectivo y espero que algún día esta
sociedad dañada se cure por completo.